Ser padres consiste, entre unas pocas cosas mas, en estar pendientes del culo del niño. Si caga porque caga mucho y si no caga porque no caga.
Por alguna razón que se me escapa, el niño tiene que cagar todos los días...he dicho (No yo sino los pediatras, enfermeras, familiares más o menos cercanos, editores de revistas infantiles y colaboradores de webs sobre bebés) y si no caga a diario, ahí estás tú dando por... saco al pobre crío poniéndole supositorios de glicerina y calditos de pollo pa que aquello circule. Lo más ridículo de la situación es lo contentos que nos ponemos los papás cuando por fín la caca aparece en el pañal. Hasta saltos se dan de alegría, fíjate. Aquí imaginarse a Carlos y a mí diciendo ¡¡¡caca!!!
La otra cara de la moneda es cuando toca gastroenteritis y el culete de tu retoño no retiene. Llega el turno del arroz blanco, la zanahoria, la manzanita que no quiere ni ver... y la frustación cuando abres el pañal y, sí, ha cagado y huele cada vez peor. Entonces los saltos de alegría los darás cuando el nene no parezca un grifo roto. No, si el ridículo se hace un rato cuando tienes un hijo.
Hasta en la guardería te informan a diario si el niño ha hecho "deposiciones", fijarse que finas son las de mi guarde, por la mañana o por la tarde o por las dos.
Me imagino a Víctor preguntándose por qué es tan importante su trasero y por qué se lo tenemos tan mirado.
martes, 4 de noviembre de 2008
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1 comentario:
Lo que está claro es que los niños cambian la forma de ver el mundo.
Tu post me recuerda un monólogo de El Brujo sobre el ojete, que dura casi media hora.
Ambas obras pasarán a los anales de la historia.
Besos!
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