lunes, 3 de junio de 2013

Novatos los dos

Medianoche del viernes. Frente al ventanal del salón, espero en la butaca con Víctor dormido en brazos a que empiecen los fuegos artificiales de las fiestas del pueblo. No sé si se verán bien desde casa, si no es así no le despertaré. Pesa y la manta me da calor pero ni se me ocurre moverme. Desde bebé le he hecho muchas fotos dormido, no así a Mónica. Adoro verle así.
Hoy, después de regañarle por su eterna lentitud para todo, ha vuelto a mirarme con esa desconfianza que me desarma. De repente le pierdo, miro su semblante y veo la cara y el gesto que tendrá dentro de diez o quince años y también lo enfadado que está conmigo.
Ahora le siento tan cerca, tan dormido sobre mi pecho, tan tranquilo por estar con mamá. Pienso en que cada día se encuentra con peldaños nuevos en su camino, con obstáculos que superar y dudo de si le estoy ayudando o confundiendo, de si eso que se llama educar no es sino daros por saco contínuamente.
¿No sabes, mi vida, que yo tampoco tengo ninguna garantía de acertar siempre? ¿No te das cuenta de que también estoy confusa? ¿No entiendes, hijo, que yo también estoy improvisando?