martes, 6 de diciembre de 2011

Carretera y manta

Me suele pasar al salir de la gasolinera. En la pantalla del salpicadero aparece lo que llaman la "autonomía". Con el depósito lleno, siempre es más de 600 kilómetros, a veces casi 700. Entonces pienso:
- Si siguiéramos conduciendo, cuando se acabara el depósito estaríamos muy lejos.
A veces Carlos me pilla y me lee el pensamiento. Quién sabe si un día de éstos seguiremos conduciendo hasta que se agote la gasolina.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Hay trabajo, hijo, para dar y tomar

- Si hay mucho trabajo, pues hay que ir a trabajar el sábado y el domingo.
A esta conclusión llegó Víctor anoche, justo antes de dormirse, cuando yo le dejaba caer que este fin de semana tengo que venir a trabajar.
Lo sigo haciendo con culpa, por más que las libranzas correspondientes redunden en su beneficio, vía compra+cocina+regalos de cumpleaños... Aún me queda ingenuidad para esperar que algún día podré darme un paseíto sola por el centro comercial frente al que vivimos desde hace un mes.
Desde hace unos días tengo la muy desagradable impresión de que para que mis hijos estuvieran "bien" atendidos tendría que dejar de trabajar. Los que defienden la integración laboral de las madres argumentan que contribuye a su realización personal. Vamos, que si te quedas en casa te conviertes en una amargada de narices.
Anda mira, resulta que estoy realizada y no lo sabía. A ver si el lunes que viene me acuerdo cuando me tenga que volver a levantar a las seis y media de la mañana para dar de desayunar a la niña y vestirla antes de venir a trabajar.

Nota: no me quejo de tener trabajo, tengo demasiada gente parada a mi alrededor y me parece ofensivo oir a mis compañeros quejarse de tener que venir a trabajar.