He tenido un día "para qué". Uno de esos días en que no sabes para qué te levantas, ni para qué comes, para qué trabajas o para qué diriges la palabra a nadie.
Tampoco es que las circunstancias hayan ayudado mucho, la verdad. Una mañana fría y gris, echando de menos a Víctor y a Carlos porque, como dice mi madre, hay que tener a alguien aunque sólo sea para discutir.
Luego venir al trabajo, en el que estoy más desmotivada que nunca. Para colmo, teníamos un simulacro de evacuación del edificio y, como soy "bombera" de mi planta, he tenido que revisar parte de los despachos. Creía que lo estaba haciendo bien hasta que al sonar la sirena el jefe de personal ha salido de un despacho que yo ni había visto. Vamos, que de ser real el fuego le había dejado ahí al pobre hombre. Quizá mis posibilidades de mejorar en la empresa se hayan ido al carajo, aunque él se lo ha tomado a coña. No, si la cosa tiene gracia y todo el mundo se ha cachondeado mucho de mi, pero yo me siento bastante estúpida.
Me voy a casa, a ver si termina el día de una puñetera vez.
jueves, 4 de diciembre de 2008
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1 comentario:
Ánimo mujer, un mal día lo tiene cualquiera.
Pese a no ser muy bueno, fue divertido si lo miras por el lado simpático: podrías haberle dicho al jefe de personal que pensabas sacarle, pero no sin antes responder a tu pregunta clave: ¿vas a mediar para que me nombren directora de una vez o tengo que encender el soplete?
Besos de domingo.
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